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Del registro y más.


El Cola Cao sabía raro. Creo que probaré otra marca, pero no tengo muy claro lo que es Cola Cao y lo que no…

Esta mañana seguimos con el papeleo y me entró en pánico, porque Preeti no puede entrar conmigo en la oficina de extranjeros y me dejó allí con una dirección escrita en un papel para dársela a uno de esos triciclos amarillos a la salida, y allí estaba yo sola con un montón de papeles, un número, y rodeada de gente desubicada por hablar el inglés normal que aquí es poco más que una lengua muerta, o asesinada y reinventada en un dialecto propio que manejan sorprendidos de que nadie les entienda.

Así que me siento frente a un mostrador en el que los números no pasan, y a la media hora me acerco a preguntar y me dicen que me siente y me espere, y nada más hacerlo empiezan a pasar los números, cosa que al parecer se les estaba olvidando hacer… no porque estuvieran ocupados en nada más, si no porque les debía parecer normal ver a un montón de gente sentada frente a ellos con cara de desconcierto. Si alguna vez me he quejado de los funcionarios de las instituciones públicas españolas y portuguesas, he de retractarme y decir que su amargura es casi entrañable comparada con la de esta gente.
Después de mirar por encima mis papeles me mandan al piso de arriba o a otra dimensión, en la que unos 100 guiris miran desesperados una pantalla en la que sí pasan los números pero nadie sabe exactamente qué hacer cuando aparece el suyo. Me siento, observo a cada uno de los participantes, me medio duermo, me preparo la clase, intento ver dónde va la gente cuando la llaman, y cuando sale mi número me acerco a un mostrador: “no, aquí no es, ve a ese de ahí”, hay cola, “pasa, pasa, yo no estoy esperando”, paso, “no, ahora sí quiero”, se pone delante de mí y no me quejo porque, total, ya, qué más da, pero a él le parece mal y ya me explica que estaba esperando un fax pero que ya se lo han mandado (está muy contento con el sistema, también), y que de dónde soy, y que qué hago aquí. Le cuento sobre mi nacionalidad y trabajo y él me dice que es americano y médico en un hospital para gente sin dinero en el que investiga y vigila que las cosas no estén infectadas, para que no haya problemas después de las operaciones, cosa que al parecer le pasó a su padre. Me dice también que estuvo en la India dos años antes en un colegio como a una hora de aquí y que si he trabajado alguna vez con niños, porque está seguro de que a estos les encantaría tener una clase de español de vez en cuando… ¡¡Yeeeahh!! Me debió cambiar la cara. ¡¡Me apunto, por supuesto!! Llega mi turno en la cola. Él me ve apurada y me escribe su teléfono y su email en un papel para que me ponga en contacto con él cuando sea, le informo de que no tengo ni teléfono ni internet, me dice que no pasa nada, que también va a estar aquí todo el año. Me toca enfrentarme al papeleo, dejo allí todo lo que tengo, pero ya me ha cambiado la actitud. Sí, puede ser una experiencia dura y cambiarme la vida para siempre, ¡pero no voy a desaprovechar una oportunidad así!

“Los papeles, bien, ahora ve a ese otro mostrador”. Cola. Bien. Mostrador número 4. Ya me toca. “No, ahora no, hora de comer”, y cuando me doy la vuelta han desaparecido las 100 personas y solo quedamos el americano, al que le han dicho que aunque todo el mundo se pueda ir a comer, si él lo hace perderá el turno, y yo. Bajo, compro un par de Coca Colas (que me cuestan los mismo que dos manzanas o un viaje en triciclo… no entiendo el dinero) y echamos la hora contándonos la vida. Vuelven las 100 personas, me toca otra vez, y ¡bieeen! ¡Acabé! Así da gusto, ¡sólo 4 horas para ser legal! Aunque he de decir a su favor que es un detalle que esté todo en el mismo edificio, y no te tengan dando vueltas por la ciudad.

Salgo de allí, me monto en el triciclo y me da otra vuelta por la ciudad. Me va quedando más clara la estructura, y cuando él se pierde yo me voy localizando y voy conociendo el barrio, en el que supuestamente no voy a estar más de 15 días. De ahí a la escuela, para descubrir que el verdadero riesgo de esta ciudad es cruzar andando las calles, porque espacio para peatones… no hay. Me conecto de ilegal, y el acceso a internet es siempre una salida al mundo real, una manera de redescubrir que el nudo que siento es por echaros tantísimo de menos, por sentirme tan sola a este lado de la red, un poco abandonada a mi suerte, porque otras veces encontré desde el principio alguien con quien compartir experiencias y ahora no tengo más que este cuaderno y los ratos que robo en facebook, y no quiero vivirlo sola, y no sé si realmente estáis al otro lado… Y me planteo si el año merece la pena o la experiencia habrá dado de sí en 6 meses, o dónde poner la meta… Es esta habitación, que me sofoca y me encierra, y el miedo a salir sola, que en algún momento espero vencer.
Mañana ¡primera clase!

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