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De rebeliones, chapuzas, y más.


Yo casi nada funciona y la casa es como un chiste. De todas las personas que tienen que venir a arreglar cosas son pocas las que se pasan, menos las que llaman para decir que no van a venir, y ninguna a la que podamos acceder nosotras.

El miércoles quedamos con Isabel y su novio para ir a ver un documental sobre el Nero (Nero’s Guests, por si os pica la curiosidad). Al parecer, alguien vendió una semilla maravillosa a los agricultores indios que era muy barata y todos compraron, y resultó no poder volver a reproducirse, por lo que la mayoría de ellos se quedaron en la ruina y unas 300 personas se suicidaron. El documental en sí no trataba sobre esto, si no sobre las familias que quedaron, los suicidios que sigue habiendo porque no son capaces de salir de esa crisis enorme, y de los culpables o los que permiten que estas cosas sigan pasando. Después del documental, intenso e instigador, hay un debate, y me parece estar en una de las asambleas del 15m. Hay muchos problemas aquí, hay mucha explotación, mucho silencio y muchos ricos que no miran para abajo. Y eso es así aquí y en todas partes, pero yo pensaba que lo que aquí faltaba era la rebelión, o la conciencia, y no, no falta. Todos de acuerdo en que estas cosas pasan porque las provocamos, se dan ideas, se propone dejar de comprar en grandes superficies (y es, de verdad, una necesidad), se habla de ignorar a los grandes continentes. Uno de los agricultores del documental afirma querer reencarnarse en una vaca europea, ya que ellas ganan más dinero que él. La realidad es dura, pero se conoce, y eso es bueno.

Cartel de la exposición
También la política falla, y en el mismo recinto hay una exposición de carteles de viñetas cómicas sobre sus políticos. No entendemos las gracias porque no sabemos nombres, pero se sobreentiende la base, y es que la disconformidad y el descontento es obvia. Y de ahí a otras reflexiones, porque si todos, estando tan lejos, compartimos lo mismo, en el fondo estamos muy cerca. Si en todas las comunidades, sea cual sea la cultura, independientemente de la lengua, aparte del régimen, si todos estamos de acuerdo en que nos manejan, y encima lo hacen mal… ¿no será el momento de hacer que esto cambie? Quizá salir a la calle no sea la solución, pero ¿no será un comienzo? No tiene sentido quejarse desde casa, y todo el mundo tiene razones para hacerlo, desde el que se arruina y no recibe ayudas y tiene que acabar quitándose la vida, hasta la más tonta a la que no dejan votar. Pero si nos quedamos en casa, no se va a saber, todo va a seguir siendo igual… Y quizá sea que los últimos meses en España estuve más despierta que nunca, o que esto también te llega más y te sientes más cerca de la realidad del mundo, pero siento la necesidad de empezar a formar parte de un cambio que tenemos que conseguir.

En cualquier caso, esto acaba y nos volvemos a casa, a seguir trabajando en exámenes y clases. Porque hay que seguir haciéndolo.

Y ayer Preeti nos iba a llevar a un sitio diferente que cree que debíamos conocer, pero estaba todo reservado y no pudimos hacer nada. Como celebrábamos mi primer mes en la India y el frigo no funciona, ni el agua, ni… nada, fuimos a un restaurante que Google encontró y es de los pocos que tienen cerveza. Resultó ser americano, y caro. Es verdad que había cerveza y que no teníamos comida, así que disfrutamos de ambas sin mirar la cuenta, me salto la dieta vegetariana con ternera y me da dolor de tripa (que se pasa pronto, he dormido sana), y volvemos a casa.

Hoy se ha sembrado el caos. Volvemos a pedir agua, frigo, internet. Vienen los de los muebles de la cocina, que en absoluto habíamos echado de menos, faltando como nos faltan otras necesidades básicas. El fontanero venía a las 11:30 pero llama para decir que, al ser musulmán, necesita rezar a esa hora y que se pasa luego a las 4. Llega media hora más tarde, sube al bidón y descubrimos ahí que no está tapado y que lo que impide que pase el agua es toda la mierda (literal, de pajarillo) que ha caído dentro a lo largo de meses sin que nadie lo notara. Así que se pasa la tarde limpiándolo y aunque pedí que no me contarán lo que había dentro, he oído hablar de palomas muertas. Prefiero no pensar en que llevamos una semana duchándonos con eso y  me planteo empezar a usar agua potable para lavar mis dientes. En esto los de los muebles se van, dejándolo todo tirado por la cocina, diciendo que vuelven el lunes porque la secretaria no les deja venir mañana, que tenemos clases y van a molestar. Como el lunes no será, asumimos la presencia de muebles sin terminar en casa (sin ser lo peor que nos pase). El del frigo, que llamará mañana o pasado, antes de dejarse ver por casa, nos dicen convencidas, y cuando preguntamos si trabaja los domingos dice que no, y yo de verdad me planteo si la lógica aplastante no les pesa: cómo va a llamar pasado mañana si es domingo y no trabaja. “Ah, es verdad”. En caso de que entonces sí, venga el lunes, por supuesto no podrá arreglarlo, sólo lo mirará, y el martes empieza Dewali y todos se irán a celebrar que Rama volvió a su pueblo un día de luna nueva, pondrán sus velas en sus casas… pero no arreglarán frigos. Afortunadamente, nosotras estaremos en la playa y esto volverá a preocuparnos cuando regresemos, bastante más relajadas, espero.

Y a pesar de la desesperanza que hay detrás de cada una de nuestras peticiones, no estamos mal. Asumimos la tardanza, ya contamos con no contar con los plazos, y la paciencia se nos instala en el cuerpo y la mente. Que todo sea cuando tenga que ser, porque no podemos hacer que sea antes. Se ha ido el del agua, revisados todos y cada uno de los grifos (pensamos si hacerle una ovación por ser el único que hace bien su trabajo), vamos a ver si el súper sigue abierto y podemos conseguir algo que cenar.

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