RSS

Del concierto, Commercial Street y más.


El sábado es día de trabajo. Es, por supuesto, cuando más horas tengo así que me meto en mi clase y me doy las tres y media primeras. Cuando salgo está la jefa, y quiero introducir el tema de las vacaciones y el dinero pero es imposible, porque se enrolla, cada pregunta es contestada con mil anécdotas y antes de que puedas preguntar algo nuevo se va. La noticia es que, obviamente, no nos mudamos el lunes, por alguna otra razón inventada de repente (como las que llevan dándome tres semanas y a las que ya me he acostumbrado, aunque Ana entra en cólera –del que, por cierto, no se ha vacunado, y a ella le han pinchado de tres cosas más que a mí… algo falla en nuestro sistema sanitario-) y el siguiente día para hacerlo tiene que ser, como muy pronto, el día del dios de la otra codirectora del centro, que es el jueves. Es decir, que si nos lo retrasan más sería hasta el siguiente lunes, y así sucesivamente. No sé a quién exactamente tengo que decirle que si nos vamos a tomar tan en serio esto de los dioses, el mío nos obliga a descansar los domingos y a mí me han puesto tres horitas de clase.

Me doy la hora y media que me queda y cuando salgo la jefa ya ha desaparecido. Intento que me den por escrito qué días trabajo, cuáles no, y si me puedo coger vacaciones. Me lo escribe la buena mujer con el único dedo con el que sabe usar el teclado (lo que hace que tarde media hora) y me dice que libro cuatro días a final de octubre seguros (que serán más, probablemente), pero que si quiero salir de la ciudad es obvio que tengo que decírselo a Umita, que no se me ocurra usar mis días libres para hacer algo sin consultarle a ella primero. De todas maneras tenía que comentarle lo del resto de la semana y mencionarle que si no me paga no voy a poder ir a ningún lado, pero que me tenga que decir si puedo irme o no cuando no tengo clase me parece, de nuevo, una manera innecesaria de alargar decisiones que podía estar tomando ya. No entiendo muy bien este sistema (aunque me recomiendan armarme de paciencia y acostumbrarme a la pachorra cultural).

Mafalda nos escribe para decirnos que si nos apuntamos a un concierto, y no dudamos. Cogemos el rickshaw admirando a esta mujer que en seis años que lleva en la India sabe ya cómo manejar a los timadores, y nos convencemos de la necesidad de aprender hindi, porque es la única manera de que no te tomen el pelo, o de que te lo tomen menos. El concierto es benéfico, en un auditorio de un hospital. Como ya nada me impacta, diré que me parece gracioso que los hospitales tengan a la entrada, en el suelo, esos hierros que cruzamos haciendo equilibrios a la entrada de los campamentos, que allí sirven para que las vacas no se vayan a los campos vecinos y aquí, supongo, para que no metan bichos en el único terreno no infectado de la ciudad (quiero pensar que los hospitales están desinfectados).

Grupo de Bangalore
En el concierto, tres grupos de fusión. El primero más tradicional, con sus vestidos y melodías que a mí me recordaban a veces a Héroes del Silencio. El segundo canta mantras con una base rockera, dando lugar a una increíble música de alta calidad como hacía tiempo no escuchaba, con dos baterías impresionantes y un cantante bien entrenado. Los terceros tocan un hindi-pop, liderados por un showman con miles de seguidores que consigue poner al público en pie y hacernos cantar en kannada, y luego descubrimos que hacen las bandas sonoras de algunas de las películas de Bollywood, de ahí su fama. Conocemos a otra española y una mejicana, amigas de Mafalda, que están aquí trabajando en dos empresas diferentes, pero con sueldo español. Y sí, eso es vida. Nos dicen que nos pagan una miseria y que estamos explotadas, pero nadie se ha hecho rico siendo profesor de español. Aún así nos recomiendan buscar colegios internacionales, donde dicen que el sueldo es internacional, también.

A la salida, los pitidos rompen el hechizo de las melodías indias y la contaminación acaba con la magia de las luces de colores, pero nos recuperamos al montar las cinco en el rickshaw, con todo el riesgo que eso supone. Ellas, experimentadas, consiguen un buen precio y nos subimos unas encima de otras hacia un restaurante que conocen. Allí confirmo mi incipiente vegetarianismo anteponiendo unos champiñones con espinacas a la posible única oportunidad de encontrar ternera en algún sitio, pero estoy hasta orgullosa de mi decisión. Nos hablan de su estilo de vida aquí, de sus fiestas (a las que estamos invitadas), sus viajes y sus casas con bañera. Estamos en otra escala social, está claro, pero saber que hay vida más allá de la escuela y el barrio nos reconforta.

Ayer también había trabajo. Menos horas, eso sí, y a la 1 ya había acabado. Quedamos para comer con Isabel, que nos lleva a un restaurante más internacional, donde hay gente blanca y puedo comer una hamburguesa real (lo siento, no me ha durado mucho el vegetarianismo), y luego nos tomamos un zumo en la calle, barato y rico, podemos apuntar para repetir. Allí se nos para otro español al oírnos hablar, y éste nos dice que en la empresa para la que él trabaja suelen necesitar traducciones y que le vendríamos muy bien, que si nos interesa. Intercambiamos emails, y como sigamos así vamos a conocer a toda la comunidad española de la ciudad y vamos a trabajar en 20 sitios diferentes.

La tarde la pasamos de compras por Commercial Street, de tienda en tienda refugiándonos de la lluvia, y encontramos faldas baratas que nos libren del calor de los vaqueros, y Ana se compra dos camisas y calma así su obsesión por la ropa india. Luego quedamos para tomar un café con las dos amigas de Mafalda y nos duró tres horas de conversación y descubrimientos, guía en mano. Ellas nos aconsejan las playas de Goa, que Isabel ve más turísticas y caras, y volvemos a lo que ya sabíamos: todo lo tenemos que experimentar nosotras, porque siempre hay dos versiones de la misma historia, y cuando dicen que hace frío estamos a 30 grados, y cuando estamos en fiesta se trabaja, y vete tú a saber qué playa nos gustará más a nosotras. Así que prepararemos la semana como podamos, y veremos qué sale de nuestro primer viaje. Lo bueno es que sí hay Decathlon aquí, que es más barato que en España, y que eso nos solucionará, al menos, el saco de dormir que por supuesto tampoco se me ocurrió, en ningún momento, traer.

Y hoy es lunes, pero llueve y no puedo ir ni al súper. Ana trabaja, porque no libramos el mismo día, y me acaban de llamar para decirme que mañana empiezo a las 7 de la mañana, y eso deja de tener gracia. Al menos la luz ya la han cortado y no creo que vuelvan a hacerlo, aunque igual se ha ido sola porque ha pasado a la vez que un trueno me destrozaba los tímpanos.

Cada día avanzamos, a veces para bien y otras no, pero hacemos progresos. Nos vamos soltando, hemos perdido miedos y yo me voy acostumbrando al estilo de vida, a las calles. Ya me sitúo y sé ir andando de la residencia al centro, y la compañía me ha dado energía y positivismo. Esperemos estar el jueves en casa.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

0 cerca de veras!:

Publicar un comentario

cerca de veras!!