Para
no recordar y martirizarnos con la idea de estar perdiéndonos la noche de reyes
(o no pensar en la tradición cabalgatera y su correspondiente celebración, ya
obligada) aceptamos la invitación de Anhubav a ir a la boda de su hermana. Ya
se habían casado, el 25 de diciembre (son muy cristianos ellos, sin saberlo) en
algún lugar del norte, pero como eso es el equivalente español a casarse en
otro país, hacían una segunda celebración para familiares y amigos (y
nosotras), algo más íntimo.
Con los novios |
No
conseguimos que nadie nos dejara un sari, así que elegimos la ropa que
supusimos adecuada y conseguimos llegar casi sin pérdida al lugar. Es un bonito
jardín con alguna mesa, un montón de sillas rodeándolo y un escenario
extremadamente decorado al fondo. Nos reciben con un zumo de algo que podría
ser piña, que preferimos a otro vaso con contenido sospechosamente verde.
Y
llegan los novios. Ella con un sari blanco con perlas, brillantes y adornos,
muy bonito a pesar de la descripción, y él con una túnica verde con reflejos
irisados, descripción exacta (cada uno juzgue la moda a su gusto). Y dan la
mano, besos y abrazos, se suben al escenario y allí se quedan toda la noche,
esperando que unos y otros pasen a hacerse fotos. En un momento dado, elegido
al azar, hay un amago de celebración en el que cada uno le pone al otro un
collar de flores (indio, que se os va a la imaginación a Hawái y nada que ver),
simbolizando lo mismo que nuestros anillos pero a lo grande, y otra vez a posar.
Y el ambiente es agradable, la gente sonríe, el paisaje bonito y estamos en un
remanso de paz, que siempre se agradece en este país, pero no concebimos muy
bien una boda sin su brindis y su pachanga. Una banda hace los honores
tocándose unos temas del Bollywood de los 50 y aunque nadie se anima a bailar
el padre de la novia nos arrastra hasta los músicos para que nos meneemos un
poco a su ritmo, situación que salvamos con bastante dignidad aplicando ciertos
movimientos que hemos visto en la tele y los bares de moda (y Nochevieja).
Pasamos a cenar solos porque cada uno elige su momento, no existe tampoco el
concepto banquete, y nos ayudan a escoger lo que menos pica del catering. Como
en los postres no hay peligro, los probamos todos. Nos hacemos una foto con el
camarero y se acaba la fiesta, no sabemos si se debe esto a que el viernes es
día de trabajo o al horario de la ciudad (sospechamos que a lo segundo).
Con el camarero y el padre |
Después
no hemos hecho otra cosa que trabajar. La jefa ha vendido profesoras nativas a
diestro y siniestro y todos los alumnos quieren venir a nuestras clases, pero
nadie ha pensado que si todos quieren españoles igual hay que contratar a más,
así que hasta que no caigan en esta idea desaparece nuestro medio día libre y
el que nos queda es susceptible de cambio dependiendo de lo que salga cada
semana. “Por el bien de la escuela”, ha dicho ella. Y nos lo tomamos con humor,
porque otra cosa no podemos hacer.
Mientras,
vamos descubriendo cosas. El domingo, nuestra amiga mejicana hizo un picnic
para comer en el parque, al que llegamos cuando anochecía (cosas del horario de
trabajo dominguero) y encontramos allí a unas 30 personas (extranjeros y no)
disfrutando felices del fin de semana, indignados ante la explotación a la que
nos dejamos someter. Nos aclara Mafalda que los mejicanos son felices aquí
porque en Méjico la situación laboral es peor (y aquí aún se respetan los fines
de semana… a veces) pero que los europeos dejan sus trabajos indios, como
ejemplo una checa allí presente que acababa de decirle al jefe que lo dejaba y
sus amigos se sorprendían habiendo visto nacer una persona nueva (ella asegura
que no pensaba que se pudiera pasarlo bien en esta ciudad hasta ahora, y había
decidido ir a recorrer mundo). Mafalda dice que no quería condicionarnos y no
nos había dicho nada antes pero que ahora que ya ve que empezamos a quejarnos,
intrigadas ante la falta de lógica y humanidad de la empresa, puede confesarnos
que ella duró 5 meses y no hay nadie que se quedara hasta el final. Encaja esto
con la conversación que tuve con la jefa a raíz del incremento improvisado de
mis clases (sorpresa que me deja sin horas para preparar cursos que no sabía
que tenía) que ella contra argumenta diciendo: “es que todos los españoles dais
problemas”, sin pensar que igual, a lo mejor, quizá, no es que todos nosotros
seamos los problemáticos…
Y
será luego Preeti la que añada que también empieza la espantada de nativos y
otros contratados a partir de cierto momento en que prometen un aumento de
sueldo que nunca llega.
Ante
tanta información negativa sólo podemos alegrarnos de que la situación no esté
yendo a peor y seguir adelante, con pies de plomo porque no hay que prejuzgar
pero tampoco ser tontas. Dice Mafalda que este país te hace lista y ágil, es la
única forma de supervivencia. Y es verdad.
Por
lo demás, descubrimos con nuestros nuevos amigos un bar nuevo, con cerveza, y
con Preeti una bonita cafetería francesa. Tiempo no tenemos, pero sitios a los
que ir nos sobran.
Los
días siguen pasando y la India como tal ya no nos da sorpresas, o nos hemos
acostumbrado a ella (o ella a nosotras). La siguiente aventura llega el martes
en forma de visita a la que no voy a poder prestar toda la atención que merece
o me gustaría, pero que siempre es una buena razón para seguir adelante con
ganas.
1 cerca de veras!:
No me ha quedado claro si te estás tomando las cosas con "humos" o con "humor", pero ya empiezo a hacerme a la idea de que en algún momento antes de lo esperado te me vas a echar a volar :(
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cerca de veras!!