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De sábados y más


Aquí, si hay que hacer algo, se hace los sábados. Es una sensación extraña, porque hace años que los sábados no son un día, para mí. O he dedicado mi vida al escultismo extremo, o al trabajo. Y de repente tengo día libre. ¿Qué hacer?

Bueno, los viernes, la mayoría, también los tengo libres, pero no todos, porque estoy encargada del grupo de debate de la escuela. Y eso es muy bonito, superado el primer estrés de: ¿qué se hace en un grupo de debate? Debatir, sí, que sois unos listos, pero no es tan fácil. Luego sí, lo fue. Y es que este sitio es maravilloso, no puedo creer toda la dedicación, las actividades, el buen rollo y la emoción con la que tratan a los alumnos. Son todo ideas y proyectos que se llevan a cabo, todo alegría y entrega. Y eso que los alumnos son difíciles, que yo ya he tenido mi primera queja y está siendo todo un desafío, pero sigo adelante, no creáis que no.

El caso es que el sábado decidí que era el momento para empezar a comprarme unas botas. Empezar, digo bien, porque a ver quién es la lista que hace eso en una tarde así porque sí. Es la decisión más importante del año, después de la agenda que empieza, por supuesto, en septiembre (dedicado a la que sé que está totalmente de acuerdo). Así que, despistada como estaba, recibí la llamada de mi compi que había decidido acompañarme en esta complicada tarea, sin saber él qué significa pasar la tarde mirando tiendas conmigo. Me llevó a un centro comercial muy mono en el que vi algunas posibilidades, y luego a otro más grande en el que perdí el norte y ya no sabía lo qué quería de la vida, creo que vi todas las botas del mundo esa tarde. Y no, no me compré ninguna. Pero me fascina este comportamiento humano descubierto en mis últimos tres años de experiencias mundiales, no alcanzo a comprender cómo es posible que los habitantes de tres países tan diferentes como pueden ser Portugal, la India o Letonia acaben todos pasando sus fines de semana en los centros comerciales. El primer año lo atribuí a la lluvia, el segundo al calor, este al frío, pero… ¿es posible que sea el clima la razón en todos los casos o habrá otra? Supongo que al ser mujer de provincias, yo, puedo estar más extrañada por tal evento, pero aseguro que en Salamanca no vamos al centro comercial (que sólo hay uno) bajo casi ninguna circunstancia, y que nos gusta más pasear por nuestras calles, de tiendas o no, llueva, haga frío o estemos a 40º. Que se manifiesten los charros a favor o en contra, pero no deja a mí de fascinarme este acontecimiento, no.

El caso es que sin botas y reflexionando sobre el futuro de mis pies, llegué a casa, prácticamente empapada, confirmando que no hay que salir de casa sin paraguas aunque al mirar por la ventana haga sol. Es de suponer que vivo deprimida por tanto cambio climático, porque no hay día en que no llueva un poco, haga un poco de sol, pase algo de frío y también algo de calor. Pero no, lejos de deprimirme, me entretiene y sorprende el tiempo. De momento eso es bueno, ya veremos luego.

Y después el plan era celebrar el cumple de una de las amigas alemanas que me he echado. Quedamos a una hora temprana, porque supongo que aquí la gente cena antes que en España (pero aún no tengo claros los horarios), debajo del reloj, que no es parecido al nuestro pero es quedar debajo del reloj, no le restemos nostalgia. Y fuimos a un bar muy letón, que a mí me parecía muy alemán también, pero en el que vendían pintas muy a lo inglés (y alemán, y letón, a la vez. Como en todo el mundo, vamos). Siempre me gusta recordar aquel año en Inglaterra y esta ocasión no fue para menos, porque se unieron a la fiesta australianos y americanos, así que entre el idioma, las experiencias y la bebida, yo me acordaba de mis pubs. A destacar: que en el lugar no había música (aunque a todo el mundo le parecía todo muy ruidoso… inocentes oídos), que cerró pronto pero más tarde de lo que yo esperaba, y que la cerveza letona está rica. Y así nos fuimos a casa, porque esta gente no es de salir a bailar luego. En cualquier caso, se agradece hacer algo que no sea trabajar, y se agradece hacer algo los sábados por la noche.

El resto de la semana sigue sin más emociones. No he encontrado piso. No dejo de trabajar como una loca, cada vez tengo más clases, y me estreso un poco, pero con gusto. Como cosas que ya voy identificando, pero sigo sin tener ni idea de cómo se llaman. Y sigo sin adivinar la contraseña del wifi de la residencia, por más que lo pregunte a toda persona que veo, aunque para pedirme el dinero que les debo sí han sabido hacerse entender.

Sin duda, estas entradas son bastante más aburridas que las del año pasado, pero no cunda el pánico, tan pronto como me compre calzado nuevo lo haré saber, que noto yo vuestras preocupaciones.

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1 cerca de veras!:

Nóinín dijo...

Te diré, querida amiga alejada de qué es Sálvame, que lo de pasar los días de fiesta paseando por el centro comercial es muy spanish y muy charro, también. Lo que pasa es que nosotras nunca le hemos encontrado gran emoción a dedicar el día libre a dar vueltas a un sitio cerrado lleno de parejas con churumbeles, pero doy fe. Y si no, cuando vuelvas hacemos una investigación de campo en el Tormes. Te sorprenderías.

(qué bien que te compres unas botas, eh? A mí todavía me ha parecido pronto para estrenarme las tuyas, pero todo se andará :P)

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