Consciente
de que nada de lo que vaya contar ahora va a tener ninguna emoción, intriga, o
relación con lo contado anteriormente, reabro el blog, porque es la manera más
eficaz de mantenerme cerca, aunque, como ya dije antes, también la más fácil
para alejaros… cosa que espero que no pase.
Pues
ya estoy aquí.
Ya
en el aeropuerto conocí a mi futuro compi de trabajo, al que sólo vi un ratillo
en Barajas y luego no volví a ver hasta Riga, porque los vuelos a la 1 de la
mañana causan un somnífero efecto en mí, y aunque él, muy majo, intentara venir
a hablarme, yo ya estaba en mi más profundo sueño. Y es que la vida me ha
enseñado a dormir cuando puedo, que luego nunca se sabe.
En
el aeropuerto nos esperaba “el jefe” (que no le gusta que le llamen así y no es
nada parecido a la otra jefa, de la que hablaba en anteriores publicaciones),
con su coche, y lo primero es llevar a casa a Raúl, mi compañero, el otro
profesor de la escuela. El contraste con la India, claro, es brutal. La ciudad
está perfectamente ordenada en calles rectas y edificios cuadriculados, no hay
absolutamente nadie fuera y el silencio lo cubre todo… casi da miedo. También
es de noche y llueve. Lo celebramos, a las 7 de la mañana, desayunando algo
llamado pankuka, que es un crepe con
queso (puede llevar carne, también) untado en una especie de nata agria, que
debe ser típica. Y allí me hacen una breve introducción a Letonia, hablándome
de los problemas y diferencias entre los habitantes rusos y los letones (otro
día me extiendo más sobre esto), y sobre las actividades obligadas en invierno:
esquiar e ir a la sauna. Y tengo que hacerlas las dos.
De
ahí me llevan a la residencia, que no se parece en nada al lugar en el que
empecé mi septiembre del año pasado. En esta tengo una especie de
apartamentillo para mí sola, con un armario gigante con espejo en la entrada,
un baño grande, una habitación con cosas azules y cama para tres, y un salón
con sofá de cinco plazas, tele, armarios y cocina sin hornillos. Es todo un
lujo, no lo voy a negar, pero creo que cuesta como parece, así que aunque esté
muy a gusto aquí, urge buscar un piso en el que poder deshacer la maleta y
empezar a hacer la vida.
Y
después de dormir lo que no está escrito, llamé al jefe para que me viniera a
buscar, puesto que yo no tengo ni idea de dónde estoy. Vino poniéndome música
española en el coche, y ya me anticipó que el que canta es él mismo, que tiene
un grupo de música que además tocarán esa misma tarde en la fiesta de
aniversario de la escuela, que se celebra hoy mismo y en la que voy a conocer a
todos mis alumnos. Llegamos, él se va a ensayar, y allí estoy yo, recién salida
de España, en un país extraño, troceando fruta, preparando sangría y cortando
tortillas.
La
fiesta llega, y efectivamente ahí hay un montón de gente alta, rubia, y
hablando idioma extraño. Porque en esta escuela sólo se habla español y letón,
no hay más opciones. El grupo canta sus canciones mientras los bailarines de
una escuela de baile cercana se marcan sus bachatas, salsas y tangos, la gente
come y bebe, después del concierto el mismo jefe se pone a preparar una paella
allí ante la curiosidad letona, y Raúl me presenta a mis alumnos, a los suyos,
a la gente. El buen rollo es general, todo el mundo está contento y me hablan
de las maravillosas fiestas que se preparan, de los debates, de las clases, de…
todo, todo aquello por lo que llevo años criticando academias, centros de
idiomas, institutos y colegios. Aquí sí, aquí todo el mundo se implica, los
alumnos se entregan, no hay miedo para proponer y desarrollar cualquier idea
que potencie el español, les gusta disfrutar de lo que tienen y hacer que sea
útil. Así que la escuela está en un edificio en el centro, es nueva, y tiene
una cocina gigante en torno a la cual se hace la vida entre clase y clase, y la
fiesta tiene lugar en el patio, que está bien aprovechado con tres carpas
gigantes alquiladas para la ocasión, porque sí, efectivamente, llueve.
Y
la fiesta es un éxito, presentan a los profesores, acabamos con la tarta y se
van los invitados. Recogemos, y entre la lluvia y el cansancio decidimos que es
el momento de retirarnos. Me llevan a casa y ahí sí, me siento un poco sola,
porque es muy grande esta residencia y es difícil llenarla, pero está
mereciendo la pena.
Hoy,
domingo, he dormido, me he levantado con calma y me he lanzado a la aventura.
He conseguido llegar sola hasta la escuela, y Raúl me ha acompañado a comprar
la tarjeta del móvil y a conocer la ciudad. Que es súper bonita, aunque pudiera
ser que sea el sol, que brilla mucho hoy, lo que la embellece. Sospecho que con
la lluvia o la nieve no será lo mismo. En cualquier caso, hemos paseado por el
centro, y las calles anchas, el silencio, las iglesias rojizas, los tejados en
punta, el arte y la cultura que se respira, las mil zonas verdes, el río… dan
buenas vibraciones. Ahora, lo importante, me dice él, es que no me encierre en
casa y me deje llevar, que el tiempo hace que te puedas enclaustrar y lleva a
depresiones (se han conocido casos). Así que no, prometo no enclaustrarme y hacerme
una vida social decente. Después, eso sí, de encontrar piso y conseguir
internet. Y eso que ahora tengo, que lo estoy viendo, pero he sido incapaz de
comunicarme con ninguna de las 4 personas que he visto en recepción para que me
den la contraseña, porque esto no es España, pero tampoco hablan inglés.
Aprender letón es una necesidad.
Mañana
desde la escuela os publico esto, y sigo dando noticias.
Un
placer volver a veros por aquí (y poco a poco iré subiendo lo que me falta de
la aventura anterior, estad antentos).
3 cerca de veras!:
Vuelvo a ser yo la que marca que se va contigo :) (no como en los últimos tiempos en la India, que me vi obligada a marcar la otra opción).
Me encanta, nena, haces que parezca que todas aquellas ciudades que pisas sean la mar de interesantes. En esta, pese al frío, me das mogollón de envidia, porque seguro que es un choque de culturas bastante impresionante y a la vez bien hermoso.
En esta estarás muy bien, seguro, lo intuyo y desde aquí te mandamos toda nuestra energía. Juan parece que me intuye porque me mira y se pone a bailar, a cantar y jugar y me sonrie de nuevo. En cuanto deje de trabajar estaré más en contacto e intentaré que nos veamos por skype, si? Un beso enorme de cada uno, te queremos mucho, ánimo.
genial!!! :)
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