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Del frío, el mar, los ríos, el esquí y más

De cómo la nieve lo cubrió todo

Llegó la nieve, ya dije, con toda la fuerza y el aburrimiento, y lo cubrió todo. Cubrió la ilusión que teníamos al principio cada vez que veíamos un copo. Cubrió las calles y las aceras, haciendo de cada camino una aventura peligrosa y de la ciudad una pista de hielo. Cubrió las sonrisas, o las eliminó, o las hizo caras, y tapó los rostros con miles de bufandas y gorros. Cubrió también las miradas, que ahora sólo se dirigen al suelo. Y cada centímetro de piel, y ya no recordamos cómo éramos. También ha cubierto el sol, que no hemos vuelto a ver aparecer por aquí, y los días son grises y oscuros, aunque cada vez un poquito más largos, y nos entretenemos mirando el reloj cada vez que se hace de noche, con la esperanza de que en algún momento eso pase a una hora normal. Eliminó cualquier verdor o color, y lo único que podemos hacer para luchar contra eso es utilizar prendas fosforitas traídas de España, o comprar las pocas que hay aquí, rescatadas entre tanto abrigo negro y marrón. Y, finalmente, cambió nuestra percepción del mundo, y sin darnos cuenta nos decimos unos a otros: vamos a dar un paseo, que hoy sólo hay diez grados bajo cero, y eso es bueno.

Pero no dejamos que todo esto nos deprima, y vamos tirando. Los exámenes y evaluaciones no me quitan tanto tiempo como para no poder descubrir todo lo que la nieve aporta (y los letones insisten en alabar). Así que aprovechamos los fines de semana para hacer excursiones a la playa más lejana y ver cómo el hielo tiene forma de olas que se han ido congelando poco a poco, según iban bajando los grados, y el mar sigue en ese periodo de endurecimiento que no sabemos cuándo empezará a ser deshielo. Pero resulta, quizá, más impactante, ver cómo unos 200 pescadores han montado sus tiendas de campaña en el río, encima, totalmente habitable, y hacen agujeros pequeñitos en los que introducen cañas pequeñitas y pescan pescado que no sólo estará fresco, si no que estará congelado, digo yo…

Las olas congeladas
Los pescadores en el río
Esquiando
Y, por qué no, aprovecho para cambiar mi vida un poco más y sorprenderme a mí misma, y me lanzo al esquí, quién nos lo iba a decir… Esquí de fondo, eso sí, y con miedo de morir a cada instante, con caídas varias y variopintas y con unas agujetas mortales en todos los músculos de mi cuerpo, incluyendo algunos que juraría no haber utilizado jamás antes. Pero si tengo que crear una nueva personalidad en cada país al que voy, tendré también que hacer cosas nuevas en cada uno de ellos.








Seguimos con frío, seguimos adelante, pero vemos el sol en el futuro. La esperanza y el ánimo los mantenemos arriba.




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