Me
decido a escribir hoy, y no otro día, porque ha salido el sol. No es que otros
días no salga, afortunadamente hemos empezado a verlo más a menudo, pero hoy ha
salido y me he dado cuenta de que ha estado aquí más tiempo del acostumbrado.
Hoy, a las 6 de la tarde, todavía era de día.
Y
es verdad que solo vengo a hablar del tiempo, pero es el tiempo lo que nos
rodea y ocupa todas nuestras conversaciones, el que predetermina nuestras
decisiones y el que nos obliga a salir o quedarnos en casa, dependiendo del
día. Así que, aunque mis historias ya no sean apasionantes y mi rutina es
aburridilla, siempre puedo seguir hablando del tiempo.
Por
otro lado, sigo mi vida Erasmus, ahora con menos pasión, porque mi compañera de
piso se fue y ha dejado su lugar a un compañero trabajador, becario (sin
cobrar) en la embajada española. Él ya ha hecho amigos Erasmus también y
seguimos llevando una vida de planes juveniles, pero solo los fines de semana.
Esta soy yo caminando sobre el mar |
Y
también he tenido visita (venid a verme). A parte del turismo local, un paseo
por el zoo (ver leones y tigres entre la nieve no tiene precio), parada
obligatoria a las 4 de la tarde para ver el cambio de guardia (esto no es
Londres o la India, no ha tenido tanta emoción), fiestas de carnaval cualquier
día del año, probar
(a partir de aquí no leáis, amigos vegetarianos) el castor y volver a ver el
mar en estado de congelación, fuimos a darnos una vuelta por Vilnius.
Más fotos de mar congelado, que sé que os gusta.
Puesto de pescado del mercado. |
Vilnius
es más grande que Riga. Más blanco. Más nuevo. Más sonriente, quizá, aunque no
hemos adivinado por qué. La nieve nos recibe, pero también un bonito mercado de
primavera (sí, el 1 de marzo, autoengañarse es la primera premisa para ser
feliz) que ocupa toda la ciudad, y que al principio nos hace gracia y luego nos
evita caminar con facilidad. Aún así es el centro de nuestra atención y, aunque
no compramos más que una cerveza de frambuesa (que no sabe a tal cosa) paseamos
entre ramos de flores secas y pescado colgado de los techos. Y otras cosas muy
monas. Una vez más me encanta ver cómo las tradiciones aquí están tan ligadas
con el campo, con la naturaleza, y todos compran uno de esos ramos y lo llevan
a casa para darle la bienvenida a la nueva estación. Aunque luego también me
dicen que puede ser por el domingo de ramos, que están preparando sus casas
(porque Lituania sí es un país católico, ellos sí celebran Semana Santa).
La
visita al museo de la (¿el?) KGB parece ser obligada. Echamos la tarde entre
historia e historias, recuerdos del terror que se vivió hasta no hace mucho en
los países bálticos, el horror de caminar por los pasillos estrechos que llevan
a las salas de tortura, o a la sala de ejecuciones. Y sentir, una vez más, que
un mundo tan cruel no puede ser real, seguir sin poder explicar tanto dolor excesivo
gratuito. Salir con el ánimo cambiado, la conciencia dañada, la historia más
cercana. Y admitir la valentía de no querer silenciar eso, de poder sacarlo a
la luz y decir al mundo que hubo una época horrible en la ciudad, que pasó, que
hay que recordar para no volver a repetir.
La constitución. Una cosa muy friki. |
Al
día siguiente, soleado y nevado, nos acercamos al mercado de monedas y chapas
comunistas o nazis, dependiendo del puesto. Pero nos han engañado, porque nos
habían prometido armas y bolsos de dientes, y de eso no hay nada. Aún así, quedan
fotos muy bonitas (no mías, porque mi cámara decidió paralizarse). Y la
República de Uzupis, un interesante barrio ocupado por los artistas del lugar,
con una curiosa constitución que reclama la absoluta libertad y el derecho a
querer a tus animales. O algo así.
Cosas de artistas y bohemios |
Y
volvemos en un trayecto cubierto de nieve y tormenta, y un poco de miedo.
Y
otra vez sola sigo mi rutina, un poco dudosa con el futuro, animada por mis
clases de inglés, encantada cada vez que veo el sol, acostumbrada al frío (y
los 6 grados bajo cero me parecen calorcillo), un poco aburrida de la soledad y
contenta con el trabajo. Y emocionada por la perspectiva de una primavera de
verdad. A ver si llegan las flores.
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