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De curiosidades, surrealismos y más

Una única fiel lectora de este, mi blog, me dijo una vez que me lío a contar las cosas que me pasan pero al final no sabéis cómo es esto en el día a día, con qué extrañezas me encuentro, a qué surrealismos me enfrento y en qué consiste el choque cultural.

En honor a ella, dedico mi post de hoy a esos pequeños detalles que confirman que este mundo es de locos, y que aquí y allí los hay muy zumbados. Además, para hacerle un homenaje, voy a usar sus útiles enseñanzas a ver qué tal se me da. Ahí va.

  • Atrapados en el ascensor: hay aquí una extraña obsesión con las puertas de los ascensores. No son diferentes de nuestros ascensores de allí, el cambio está en la actitud. Cada vez que las puertas se abren hay alguien que inmediatamente pulsa el botón para que se mantengan abiertas, y tiene que hacerlo cada vez que se van haciendo paradas. Si entras el primero en el ascensor es tu misión. Si vas a entrar y no hay nadie dentro, mucha gente pondrá la mano en las puertas por si acaso se cierran. Hay miedo, mucho miedo, a morir pillado o aplastado intentando entrar en el elevador de tu casa, es así. Para rematar la jugada, cuando todos están ya preparados para su viaje, el que ha asumido el papel de portero pulsará con tanta frecuencia el botón de que se cierren pronto las puertas como su contrario. Hay miedo a morir, pero también a perder el tiempo. Lo que me resulta una contradicción imposible: o las puertas son tan rápidas como para morir o tan lentas como para perder el tiempo, pero no puede ser que las dos cosas pasen en el mismo ascensor. A mí me dan muchas ganas de decirles: relájense, señores. Pero he de confesar que ahora cada vez que me monto en uno de esos chismes lo hago rápido y mirando a los lados, no vayan a atraparme entre medias. Que digo yo que los temores no serán infundados.


  •  No quiero remolonear entre las sábanas: La cama se compone de colchón, dos almohadas individuales y otras dos que son como un rollo de dudosa utilidad. Cuando vas a comprar sábanas en el juego de sábanas entra la de abajo (con sus gomas para ajustarla), las fundas de las almohadas y las del rollo. Ya está. Nada más. Y si lo buscas por separado lo encuentras todo también. Hay mantas y nórdicos también. Pero no se sabe nada de la sábana de arriba, no se ha visto, se desconoce su existencia. Se rumorea que en el único Ikea que hay en la otra punta de la ciudad se han visto. Mi teoría es que o hace mucho calor para taparse, o mucho frío si pones el aire acondicionado, por lo que una sábana, como tal, no es un concepto útil. Son todo elucubraciones.

Así es como ha quedado. Con el rollo y todo.


  •  Es la bola de cristal: Vivo en el futuro. Cuando me levanto (ciertamente pronto, porque una trabaja), vosotros os estáis acostando. Eso deja muy rallados a la mitad de mis contactos del guasap. No solo eso. Aquí es 2556. Dentro de 15 días viviremos en el 2557.



  • Cuidado con esa cuchara: No hay cuchillos. En los restaurantes solo te ponen tenedor y cuchara. Y hemos comprobado que si tú vas a una tienda normal y pides cuchillos porque, por lo que sea, quieres cortar algo en tu casa, se asustan y poco menos que te echan. En el supermercado sí he encontrado, que nadie se piense que corto patatas con los dientes.
 
Estamos muy locos, en Europa.

  • Life in plastic is fantastic: Bolsas, botellas, vasos, recipientes de todo tipo… estamos rodeados de plástico que se usa, se tira, se gasta a lo loco. Cada vez que compro una botella de agua, un zumo, leche, o cualquier cosa que se beba, me dan una pajita. Tengo miles, porque obviamente no las uso, y se ofenden si dices que no la quieres. Además, en cada bolsa (gratis, esto no es el primer mundo) del supermercado meten como tres cosas, y consigues una acumulación extrema e inservible de ellas, de todos los tamaños y colores. Si llevas una mochila y les dices que no quieres bolsas también se ofenden. Si compraras una pajita la meterían en una bolsa.
 
Unas pocas de las que he ganado.

  • La gente me señala, me apunta con el dedo: Es un mundo hortera, este. Pasa lo del rosa porque yo soy muy fan, y lo sabéis. Así que los taxis son rosas, las sillas en el aeopuerto son rosas, y los aviones, y las camisetas de los que quieren honrar al rey, y el rosa es un color más sin ningún tipo de connotación malvada. A parte de eso, la moda es ir cuanto más hortera mejor, cuanto más llamativo mejor, cuanto más estrafalario mejor. Se lleva esto a todos los ámbitos, hasta el punto de haber visto a Doraemon en los templos de Buda y a Hello Kitty en las puertas del metro.

Hello Kitty en el metro
Doraemon y Buda
 
  •  La canción de la alegría: El himno del reino es como la canción de tu despertador: la oyen todos los días y la tienen tan interiorizada que ya ni les sorprende. A las 6 en punto de la tarde la escuchamos por los altavoces del metro, de los parques, de los centros comerciales (esto último no lo sé, a decir verdad, no lo he comprobado) y todo el mundo, para mostrar respeto, se queda parado y callado donde esté. Todo el mundo. A mí me pilló un día corriendo en las escaleras del metro porque llegaba tarde y casi me estafo contra el suelo del parón que tuve que dar. No es broma, si no lo haces las miradas empiezan a matar. Y cuando suena en el cine, antes de cada película, piden amablemente que el público se levante para escucharlo, mientras mira imágenes bizarras del rey y su mujer haciendo cosas buenas por el pueblo. Juzguen ustedes mismos, porque yo sé que no me cree nadie.


 
  • Tantean, husmean, no hay nada que indagar: Vivimos en la era de la comunicación, revolución de las tecnologías. Quizá por no ser madrileña yo o por vivir en lugares sin metro me ha impactado la brutal cantidad de gente que vive enganchada a su teléfono. Los asientos de los transportes llenos de personas que no levantan la mirada (y eso que hay tele en cada vagón… yo me engancho más a eso), la gente de pie agarrada con una mano a la barra y con la otra a su Line (porque aquí no se usa guasap), las colas de adictos al Candy Crush… nadie, nadie vive separado de su dispositivo móvil, que puede ser más o menos grande, táctil, con pantallas de todos los tamaños. Y, cómo no, los selfies. Se auto hacen fotos en absolutamente todos los lugares en los que están, y solo se ve su cara, ni un monumento detrás, o un paisaje bonito. Yo en el metro, yo en la cola del súper, yo en una manifestación, yo en el hospital, yo en clase, yo en un barco (todo casos reales). Siempre con dedos en forma de uve o lengua fuera.



  • Da igual que seamos negros que blancos: No, no da igual. Queremos ser blancos. Seamos blancos. Todas las cremas, todas, todas, llevan pigmentos que aclaran la piel. Todas. Las únicas cremas que se pueden comprar son las importadas, algunas, porque las marcas normalmente se adaptan a las exigencias del pueblo. Pero no solo cremas, también geles, y el otro día estuve 10 minutos para encontrar un desodorante que no me dejara el sobaquillo blanco. Obviamente, nadie deja que le dé la luz del sol, así que mi piscina es mía y solo mía de 7 de la mañana a 6 de la tarde que se hace de noche y me la ocupan, por la calle nadie va sin su sombrilla, y todos llevan mangas largas (porque la tenga la camiseta o porque se pueden comprar) no sea que se pongan morenos. En un país que es todo sol. Lo que os digo, nos estamos volviendo locos.




Y hasta ahí hoy. Probablemente saldrán más cosas y tenga que hacer una segunda entrega de rarezas en Tailandia.

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De amnistías, manifestaciones, corrupción y más

No suelo hablar de política porque sé más bien poco y es muy probable que la líe cuando lo haga, pero en este caso la situación lo requiere. Hay mucho desconocimiento porque a Europa está llegando poco y menos en español. Aquí por la tele tampoco sale mucho y lo poco que sale está en tailandés, así que voy a hacer una aproximación a ver qué tal se me da, y si luego quedan dudas pregunto a mis compañeros para ver si entre todos nos aclaramos.

Tailandia es una monarquía, eso sí lo sabíamos. Monarquía con rey que prácticamente es un dios, ya os lo había dicho. Así que, independientemente de a qué partido pertenezcas o de todo lo demás que os vaya a contar, todas las personas de este país quieren y adoran a su rey (no así como a su heredero, pero esa historia os la cuento otro día).

Érase una vez Había, hace unos cuantos años, un primer ministro corrupto y mala gente, de esos que se camelan al pueblo llano prometiendo el oro y el moro y no dan ninguno de los dos pero consiguen votos. Y además roban todo lo que tienen a mano. Y lo que no. No sé si os suena la situación ahí en España. El caso es que en 2006 hubo un golpe de estado, se descubrieronn los tejemanejes de este hombre, que se llama Thaksin, y lo condenaron a no sé cuántos años de cárcel (igual que en España, también… ah, no, nada). A él no le gustó mucho la cosa y huyó a Dubai, que se está mucho mejor que en prisión, pero sabiendo que si volvía a Tailandia le tocaba vivir entre rejas. Aún así el colega tiene seguidores acérrimos que siempre van a pensar que “con él estábamos mejor”. Son los camisas rojas, en su mayoría agricultores, ganaderos, etcétera.

En contra tenemos a los opositores, que tienen camisas también, pero amarillas. Grupo este formado por gente de una cultura más alta, salen de las universidades y están contra la corrupción y a favor de una democracia sin compra de votos. No voy a decir que son los buenos, porque aquí cada uno tiene lo suyo.

Después de varios turnos en el poder, en 2011 (un año después del altercado más famoso, que dejó unos cincuenta muertos) llega a primera ministra la hermana de Thaksin, y en esas estábamos cuando yo llegué a Bangkok.

Hará cosa de dos semanas, se reunió el gobierno y decidieron sacar una ley de amnistía que perdonaba los crímenes del expresidente y le permitía volver sano y salvo a su país natal, sin miedo ya al encarcelamiento. Los camisas amarillas pusieron el grito en el cielo y salieron a la calle. Al principio unos cuantos, después el país entero.

El problema no ha venido, claro, de que la gente se manifieste, ha venido porque si unos salen a la calle, los otros también. De querer evitar que se aprobara la ley han pasado a pedir la dimisión de la presidenta (que de momento nadie sabe donde está, y se rumorea que intenta salir del país, pero no se ha confirmado). Los camisas rojas han ocupado un estadio al lado de la universidad y los alumnos se han manifestado en contra, dejando, hasta la fecha, cinco muertos. Los camisas amarillas han ocupado los ministerios y los medios de comunicación.

De todas formas, a parte de esa universidad y el centro, no se ve mucho jaleo, solo gente, gente, mucha gente en todos lados, haciendo mucho ruido. También hemos visto barricadas de policía entre alambradas y escudos por las calles de la ciudad, supongo que preparándose para lo que iba a pasar hoy. El cónsul nos ha llamado varias veces a los lectores para controlar que estamos bien y nos ha avisado de que no nos asustemos si se cortan las líneas telefónicas, pero en principio no ha pasado nada de eso. Y por precaución las universidades cerrarán el lunes, no sabemos si algún día más.


Vamos, que estoy bien, todos estamos bien, y esto es para poneros al día de lo que está pasando y por qué. Si hay más noticias, os aviso.


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