RSS

De Varanasi, Delhi y más

No puedo decir que Varanasi me haya gustado. Tampoco puedo decir que no. Quizá el verbo apropiado sea “impactar”.

Varanasi es, de entrada, un ataque a los sentidos: huele mal, sus calles están extremadamente sucias, el sonido de los coches es insoportable, el calor hace que la piel esté siempre pegajosa y la comida no es excesivamente buena. Por eso es una ciudad perfecta para olvidarse de lo físico y lo terrenal y pasar a concentrarse en la espiritualidad que, eso sí, desborda el lugar.

Llegamos agotadas y  malolientes, habiendo vivido la recomendada experiencia del tren indio, pero replanteándonos el viaje. No tenemos muchos días y si pasamos 15 horas viajando cada vez que cambiamos de ciudad, no sé cuándo va a acabar esto y en qué estado lo vamos a hacer. Está muy bien recorrer las llanuras indias si tienes meses para hacerlo y paras semanas en ciertos lugares. Si estás dos noches, el tren puede llegar a ser una tortura.

Vistas desde la terraza del albergue
El agobio de la gente se multiplica por diez aquí. Con sus dientes rojos se te acercan, te preguntan dónde vas, qué quieres, por qué estás aquí. Empezamos con rechazo pero la verdad es que la gente ayuda porque sí, sin esperar nada a cambio (no sabemos si efecto de la droga que, absolutamente todos, mascan, o del funcionamiento potenciado del karma en esta ciudad santa). Incapaces, en cualquier caso, de encontrar el albergue que habíamos reservado, cogemos la habitación más barata de otro recomendado por Rosa (Shanti Guest House). Y nos prometemos no volver a escoger lo más barato nunca, de nuevo asumiendo que en nuestro viaje no vamos a poder ser clasificadas de mochileras tranquilas, sino de trabajadoras estresadas con fecha límite que necesitan al menos un baño limpio para quitarse un tren de encima antes de pasar al siguiente.

Como el impacto a la llegada fue extremo, decidimos pasar la primera tarde arreglando el viaje (cosa que deberíamos haber hecho antes, ya, sois unos listos) y cenando en la terraza de nuestro hotel, desde la que se ve un bonito atardecer en el Ganges y mil pequeñas casas desordenadas a nuestros pies. Y no hay tráfico aquí, a las orillas del río sagrado, así que al menos no escuchamos los pitidos.

Blue lassi, y yo y mi lassi
Al día siguiente, sin reloj ni ventanas (una maravilla, la habitación), nos despertamos desubicadas a las 12 de la mañana. Rosa nos recomendó perdernos por las calles del barrio, como si hubiera otra opción. Ni mapas ni orientación sirven aquí. La única guía es intentar tener claro dónde está el río y recorrer las calles siguiendo los pálpitos de la intuición. Entre casas que dejan poco espacio a los numerosos transeúntes (menos mal que los rickshaws tienen la entrada prohibida), hombres que saludan, vacas apoltronadas, cacas de las vacas confundidas entre cantidades ingentes de basura, procesiones detrás de camillas con cadáveres envueltos en telas de colores, alguna moto despistada y tiendas de pañuelos, el laberinto nos lleva a un agradable restaurante y, después, a la tienda de lassis[1] más famosa del pueblito (Blue Lassi, se llama), que bien lo merece porque están buenísimos y el local es bien auténtico. Elegimos manzana y mango porque Rosa nos advirtió de que la otra opción, el lassi mágico (por la que yo, sin aviso previo, claramente me decantaría) parece provocar que la gente acabe bañándose desnuda en el Ganges, que se ve que la magia no consiste en conjuros y abracadabras, sino, más bien, en un ingrediente algo ilegal al que la gente se entrega dado que, de nuevo, tan cerca de aguas sagradas el alcohol está completamente prohibido. A nosotros, cristianos, esto nos sigue descolocando, que hasta en misa le damos al vino, pero aceptamos que ellos lo sustituyan por alucinógenos. Al fin y al cabo, quién nos puede confirmar que Jesús no fumara algo raro también.

Un ghat
Por la tarde paseamos por los ghats[2] del Ganges. Vemos desde tierra cuánta vida se desarrolla en la orilla: juegan al criquet, construyen sus barcos, hacen sus negocios… pero hace calor y el albergue ofrece pasos en barco gratis, al atardecer, así que siguiendo a un muchacho con brazos de pasarse la vida remando, nos subimos a una barquita con algunos ingleses y un par de españoles más. Y esa es la perspectiva real de Varanasi. Con razón esta es la ciudad de la muerte y la destrucción. En comparación con la maleza salvaje que vimos en Kerala, a los lados de este río sólo hay desierto o casas y templos hundidos y destruidos. Es un espectáculo desolador, que se mezcla con la cruda realidad en los ghats en los que las piras llameantes reducen a cenizas los cuerpos de los últimos cadáveres (separados en niveles según hayan llegado, una vez muertos no diferencian las castas), removidos para arder mejor por sus familiares, hombres todos (que las mujeres no pueden asistir a estas ceremonias, ya que con sus llantos alteran el karma del difunto) y recogidas después sus cenizas en el agua por los buscadores de joyas y oro, que se meten en el río con un colador, sacan lo que pueden y devuelven los restos al agua.

Gente bañándose en un ghat
Pero esto sólo sucede en un par de ghats (a los que no se puede hacer fotos, por cierto). En el siguiente, la gente se baña y saluda a los barcos, en el siguiente lavan a sus búfalos, en el siguiente preparan la puja[3].

Nos explica el barquero que la gente viene a Varanasi a morir. Unos cinco años antes de hacerlo, cuando empiezan a intuir su desgastamiento u opinan que está llegando su hora, son acogidos en asilos donde pasan lo que les queda de vida para luego poder ser incinerados en el río. Y los grandes maharajás construyeron los grandes palacios que aún se pueden ver en la orilla, para no mezclarse con el pueblo y, a su muerte, donaban el edificio para hacer centros de entrenamiento de gurús o de yoga.

Calavera de alguien que no llegó al Nirvana
Pero no todo el mundo puede ser incinerado. Los niños menores de diez años, las embarazadas, los hombres santos, los leprosos y los que no se habían casado, son metidos en cajas y arrojados al fondo del Ganges. A veces las cajas flotan y vuelven a la orilla. Si es a la del ghat, a la del pueblo, se les vuelve a echar al fondo. Si es a la otra, nadie lo sabe porque no los ven, y nuestro amable guía no duda en llevarnos allí para que podamos admirar las calaveras humanas de algún desalmado que no llegó a ver cumplido su sueño de encontrar la paz en el famoso río.

Y la pregunta es… ¿por qué tanto misterio con este río? Parece ser que alguien decidió que el mismísimo Shiva[4] había bendecido las aguas y todo aquel que muriera aquí sería inmediatamente liberado del ciclo de vida y muerte, es decir, de la reencarnación continua, y alcanzaba directamente el Nirvana, saltándose todos los pasos.

Pidiendo un deseo al Ganges
Se va haciendo de noche, compramos velitas y flores a unos niños de una barca y las tiramos al río, pidiendo un deseo. Ahí toqué un poco de agua y no sé si mi mano es ahora inmortal (como Aquiles, pero al revés) o si tengo alguna enfermedad incurable, es pronto para decidirlo. Y acabamos en una impresionante puja con millones de personas en tierra y otras tantas observando desde los barcos cómo cinco hombres cantan, tocan campanas y mueven antorchas.









La puja
En mi corto recorrido espiritual por la India estoy perdiendo aún más fe de la que tenía. No me parece que la idea cristiana del infierno tenga eficacia en la actualidad, y no creo en el castigo y el perdón como forma de educación. Me gustaba el karma, pensar siempre en positivo, evitar el mal porque acabarías recibiéndolo. Pero si puedes ser un demonio en esta vida porque en la siguiente ya veremos qué pasa o puedes hacer lo que quieras y luego morir en un río sagrado para librarte de lo que te espera… la teoría falla. Supongo que el fin de todas las religiones acabará siendo el mismo, porque todas las civilizaciones llegan a una verdad racional al final: si no veo esa otra vida… ¿cómo sé que existe? Pero si puedes hacer lo que quieras porque si tus cenizas acaban en el Ganges estás salvado, ¿cuál es la gracia del karma, la bondad o el hinduismo en sí? Supongo que una religión que prohíbe a sus fieles relacionarse sanamente cuando ven que sus dioses pasan el día procreando no puede llegar a tener mucho éxito (y eso que les va bastante bien, hasta la fecha).

El inglés y la tarta
Al día siguiente nos volvimos a quedar dormidas y nos consolamos diciéndonos que necesitamos más descansar que ver templos, y cogemos un avión a Delhi (porque sí, el tiempo cuesta dinero y volar es más caro pero ahorra disgustos), en el que hacemos un amigo inglés que nos lleva a beber cerveza a un lugar con buena música para celebrar el cumpleaños de Ana. Además, nos sorprende con una tarta y velitas (en este momento ya somos muy fans de él) y nos consigue un rickshaw que nos lleve al autobús. Prometemos volver a verle en Jaipur.







Y nos montamos en el autobús nocturno, dirección Amritsar, otra ciudad santa, para no dejar de crecer o ver si aprendemos a creer.


Atardecer en el Ganges (desde la orilla del desierto)



[1] Yogur líquido que puede ser dulce, salado, o de diferentes sabores de frutas.
[2] Recovecos, supongo. No sé traducir esto. Cada tramo del río es un ghat, y se pasa de uno a otro como se pasan las pantallas en los videojuegos, nunca sabes lo que te va a esperar en el siguiente.
[3] Que es la manera en la que idolatran aquí a sus dioses. El rezo, digamos. Su misa.
[4] Uno de los tres dioses principales del hinduismo.





  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

De Calcuta y más


[Desde un tren de la muerte: 14 horas sin aire acondicionado en clase sleeper con un indio con camiseta amarilla enfrente que no me quita ojo]

Así que salimos pitando de Bangalore. Dejándonos la mitad de nuestras cosas, casi seguro, y sin haber dormido (porque vale que no hayamos hecho cientos de amigos, pero sí los suficientes para una gran fiesta final), con las maletas en casa del alumno de Ana y las mochilas de ataque a reventar de porsiacasos, con los que enfrentarnos a la más pura y dura improvisación.

Y dos horas y media después, aterrizábamos en Calcuta. En Calcuta hace mucho, mucho calor. Mucho. Pero a la salida del aeropuerto hay un puesto de taxis legales que nos anima y ponemos rumbo a un hotel que no tenemos reservado pero que Ana vio el día anterior con todas las prisas y del que sólo sabemos la dirección y que tiene piscina. Y, llamadme pija si queréis, no sé si podéis adivinar el estrés, la depresión y la ira precedentes, que nos llevaron a decantarnos por dicho hotel, alejado de la civilización y de la India, para coger fuerzas para lo que se nos venía encima.

Y lo que se nos vino.

Prepagamos el taxi, sólo hasta cierto punto, desde el cual nos avisaron que iríamos con cuentakilómetros. El coche, lejos de tener aire acondicionado (que es que es bastante importante, no creáis), está además conducido por un asesino psicópata que no tiene claro cuál es su lado de la carretera y amaga con estamparnos a velocidades poco legales contra autobuses y camiones que vienen hacia nosotros. En un momento dado, el de atrás choca contra el maletero, pero el momento álgido llega cuando pinchamos y descubrimos que nuestro chófer no sabe inglés. Nos saca del coche y nos deja esperando mientras cambia la rueda pinchada por otra que, a mi parecer, ya había pinchado antes, y seguimos el camino recordándonos él que, a partir de cierto momento, tendremos que pagar “happen down”, a lo que asentimos porque, aunque no tengamos ni idea de qué quiere decir, creíamos que en el aeropuerto había quedado claro.

Llega el cierto momento en cuestión. Él insiste. Nosotras que sí. Seguimos por caminos que ya no son de ciudad y cruzamos a alta velocidad pueblos auténticos, de  verdad, lejanos de la podredumbre física y espiritual que respirábamos en Bangalore.

Pero no, no cantemos Victoria. El hombre se para, compra una rueda nueva (pero no la pone). Vemos pasar las horas y las posibilidades de baño. Le metemos prisa, pero no nos entiende. Paramos a preguntar y nos hemos pasado unos diez kilómetros del sitio. Desandamos el camino y nos para un policía porque, yo lo dije, esa rueda no contaba como legal, y el hombre nos para en mitad de la nada, otra vez. Calculamos que debemos estar cerca y le decimos (no habla inglés, insisto) que vamos a coger un rickshaw. Se vuelve loco pensando que nos queremos ir sin pagarle. Le intentamos explicar que cuando consigamos medio de transporte le daremos lo que le debemos. Para entonces, uno con una camisa a cuadros y otro con rayas se han unido a la conversación. El de rayas le explica mientras el de cuadros busca un rickshaw. Ya hay cinco hombres más. Ahora el taxista nos quiere cobrar 500 rupias (le debemos 100) y ya somos quince personas (de las cuales sólo habla inglés el de las rayas). El taxista, histérico, nos lleva a la policía, dejando allí al público.

El policía es un hombre con el uniforme caqui y gafas de sol de los 50. Nosotras no abrimos la boca (comprobado, en Calcuta NO se habla inglés, los problemas de esto ya os los imagináis vosotros) y el taxista nos ataca gritándole a las autoridades la historia, que suponemos será bastante subjetiva. Ya somos siete. El de las rayas también opina y vienen niños que salen de la escuela, ya somos veinte. Yo le digo a Ana que si todo el mundo tiene algo que decir menos nosotras, mejor nos vamos, y ya somos treinta. El poli me dice que paguemos 200 rupias (en un intento frustrado de conciliar), le digo que él debería saber lo que es justo y  lo que no, y como mucho pago 150, y me voy. El del taxi y otros cuarenta nos siguen. Le doy el dinero, no lo quiere, me voy, nos sigue, el dinero, que no, me voy, nos sigue, vale dame el dinero. Se lo doy, nos deja de seguir.

Y ahí estamos Ana y yo, con 150 rupias menos y poca idea de nuestra localización, en un pueblillo en el que nadie habla inglés y probablemente no hayan visto un blanco en la vida.
Echamos a andar y se nos ocurre llamar a Bangalore para que alguien nos consiga el número de teléfono del hotel, llamamos, nos piden hablar con alguien que esté cerca de nosotras para localizarnos (porque la conversación es algo así como: queremos ir al hotel, dónde estáis, ni idea, y cómo vais a llegar, ni idea) y varias personas después, uno nos mete en un rickshaw. Aquí, los rickshaws son como buses y  aunque ya esté pillado, te puedes subir. En total vamos once (bueno, con niños).

Llegamos al bendito resort y nos da igual la piscina. Nos metemos en la cama y cuando nos despertamos, doce horas después, se nos ha pasado el check out y la posibilidad de encontrar tren. Así que, para alegría del personal, nos quedamos una noche más (y eso sí que sí, se nos sale de presupuesto), descansamos como merecemos, nos bañamos en la piscina, dejamos que reserven tren por nosotras y nos tomamos una piña colada de postre. Ya que vamos de ricas, lo disfrutamos.

Y al final vamos a Calcuta, sin tener ni idea de a dónde ir. Pasamos unas horas en la cadena de cafeterías más famosa de la India, agobiadas por nuestro incierto futuro, y acabamos, a nuestro pesar, comprando la guía (dedicado a mis tirindesas yoyano uso la Lonely Planet… pues sí, la uso) más gorda y pesada del país, alegando que el dolor de nuestra espalda aliviará el de nuestra cabeza.
Victoria Memorial

Visitamos el monumento en memoria de la reina Victoria, alucinamos con el número de gente que hay en esta ciudad, y nos vamos al tren desde el que escribo, camino a Varanasi, donde esperamos encontrar la espiritualidad y la paz esas de las que hablan.
Como conclusiones de la primera jornada de viaje puedo decir:


- El inglés NO es lengua oficial de la India, pero no hay problema que no pueda solucionar cualquier idioma bien entonado acompañado de los gestos adecuados.


- Los viajes siempre tienen que empezar mal para que todo parezca mejor luego (dedicado a la compi de interrail, deja que te lleve el viento hoy).


- Improvisar puede ser gracioso, pero es mejor dejarlo para países seguros o situaciones extremas.


El tabaco de mascar es una cosa muy asquerosa que huele muy mal y hace que la gente tenga los dientes rojos y las calles estén llenas de escupitajos del mismo color, bastante desagradables. Y no entiendo por qué sólo lo toman aquí.


Hace mucho calor en el norte de la India. Todo es muy complicado. Juré que esto no podría pasarme pero sí, echo de menos Bangalore.


Me gusta la India. Porque puede desesperarte, pero las situaciones cómicas a las que se puede llegar superan, siempre, a la ficción o a cualquier historia que yo pudiera inventar.

Me apagan la luz, me voy a dormir. Espero que esto de los trenes sea seguro. Tengo un poco de miedo pero, al menos, eso sí, nos ha salido bien baratito.


  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

De cómo empieza el viaje y más


Empieza, el viaje, con un libro. Que no me trae, al final, ni grandes reflexiones ni nuevas conclusiones, así que me aburre un poco aunque tenga frases bastante acertadas. Y empieza, el libro, y eso sí, recordándonos cómo se viaja, y por qué se viaja. Y eso sí quiero compartirlo.

Así nos adentramos en la India.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significa Ítaca.
Konstantinos Kavafis

Feliz viaje.


  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

De las novedades del viaje y mas.



Para tranquilizar al personal e informar de las peripecias indias, abro este post que mantendre como el primero de la lista, para que sea mucho mas facil que lo encontreis. El resto de cosas que escriba apareceran debajo de esto, con la fecha en la que las escribi, cuando tenga un teclado normal con sus acentos y sus simbolos donde tienen que estar.

Asi que el plan de viaje ha ido y va asi:

- Dias 10 y 11 --> Estancia surrealista en Calcuta, totalmente fuera de los planes establecidos pero con piscina y mucho dinero gastado de por medio. Nos lo debiamos. Y estais deseando leer todo lo que nos paso.

- Dias 12 y 13 --> Varanasi. Aqui estamos ahora intentando averiguar como salir de esta ciudad, camino a Delhi. Ya os contaremos. De momento solo conocemos el albergue.

Hace muuuuucho calor, y la gente es muy pesada y no habla ingles. Y que ya barajamos soluciones a nuestros problemas diplomaticos. Eso es todo lo que puedo decir de momento. Y que estamos bien, a pesar de todo, asi que que no cunda el panico. En la proxima posibilidad de conexion a internet, mas.

- Dias 15, 16 y 17 -->  Acabamos de llegar a Amritsar, despues de pasar unas 5 horas por Delhi. De momento no sabemos nada sobre la ciudad, solo que hay muchas cosas bonitas para ver, que no hace tanto calor como en Varanasi y que al menos vamos a poder parar aqui dos noches, y el hotel esta bastante bien. Y que no hay cerveza. Ya os ire contando mas.

- Dias 18, 19 y 20 -->  Estamos en Jaipur, mas conocida como la Ciudad Rosa. Imaginad mi emocion. Ademas, para vuestra tranquilidad, estamos en el mejor hotel de la India hasta la fecha, incluyendo los hoteles pijos pagados por los padres, y a un precio mucho mas decente. Y esto nos lo mereciamos porque hemos pasado muchas calamidades, he de decir. Cuando vuelva no me reconoceis. Seguire informando.

- Días 21, 22 y 23 --> Bombay, ciudad de las estrellas del Bollywood y los slums. Estancia apurada porque, aunque pensábamos quedarnos un día más, las jefas nos han hecho de las suyas y hemos adelantado el vuelo. Prometo detalles pronto.


Y... ¡¡se acabó!! Escribo ya desde Bangalore. Mañana iremos a la oficina del registro donde pasé los primeros tres meses, y veremos qué solucionamos y qué no. Os mantendré, por supuesto y siempre, informados.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

De la pérdida de la fe en la humanidad y más.


El plan estaba hecho. Acababa de trabajar el domingo (asumiendo que, aunque fuera día extra, no me lo iban a pagar, pero se lo debía a mis alumnos), hacíamos una fiesta de despedida, el lunes la maleta, y el martes a volar.

Pero no, las jefas no nos pagaron el día 5, como estipula el contrato y las normas de la academia, si no que decidieron hacer una reunión el miércoles a las 11 para ver si habíamos cumplido con nuestro trabajo y, a partir de ahí, pagarnos y dejarnos volar, ya que, al comprar nuestra alma, también pueden decidir sobre nuestros vuelos.

Luchamos, nos quejamos, no conseguimos nada, y hoy, miércoles, a las 11, bajamos con nuestra mejor sonrisa y pocas ganas de pelea, sabiendo que arriesgamos nuestro último sueldo y no estamos como para ponernos a viajar sin una rupia por el mundo (indio). Y con un CD que nos hacen grabar con todo el material en el que nos han hecho trabajar durante todo el año, que quieren mirar y repasar para asegurarse de que lo hemos hecho bien y pueden pagarnos todo lo que nos deben. Aunque, obviamente, durante todo el curso le hemos mandado cada papelito que hemos hecho.

Ahí está la jefa, mirando los trabajos que han hecho mis alumnos en este curso (y que llevo preparando, para los 5 niveles de la escuela, durante todo el año, con muy poco reconocimiento por su parte), le enseño uno especialmente bonito de una alumna artista que le ha puesto cartulinas y colores. Me dice que en la otra escuela, con su profesor indio, les han quedado muy bien todos, mucho más elaborados. Me muerdo la lengua ante tantísima falta de tacto, amabilidad y consideración.

Nos sientan delante de ellas. Nos miran. Nos enseñan la factura de la luz de febrero y nos dicen que, aunque normalmente sale a 300 rupias al mes, ha subido, y que ahora son 2500. Esto ya lo sabíamos, pero como no nos han enseñado ningún papel que lo demuestre, no habíamos querido pagar. Nos insisten, que paguemos. No nos la queremos jugar, les decimos que vale, que pagamos las 5000 rupias del ala que han decidido, sin enseñarnos documentos que lo corroboren, que cuesta ahora la electricidad.

Lo siguiente es descontar de cursos. Nos apuntaron a uno online para ser examinadoras de DELE. Me apuntaron a mí. A Ana le descuentan 2000 rupias porque dicen que le hicieron la preinscripción, aunque luego no tuviera plaza. A mí me descuentan las 8500 que dicen que costó (no está certificado, esto) pero que me las devuelven cuando vuelva a finales de mayo a ser tribunal en los exámenes. Aceptamos.

Nos hacen saber que según el contrato, avisar con menos de dos meses de antelación supone pagar un sueldo entero a la compañía, pero que según su religión, aceptar dinero de otras personas haría que el karma se lo hiciera pagar en la siguiente vida, reencarnándose en algo muy feo e inferior, y que su alma estaría perdida. Evitamos decirles que, según nuestro punto de vista, el karma lo tienen ya bastante manchado, que no esperen tener, en su siguiente vida, la mitad de suerte que están teniendo en esta.

Viene el plato fuerte. Nos hacen entrega de una carta que van a enviar al FRRO (institución aquella en la que pasamos el primer trimestre intentando conseguir el permiso de estancia) cancelando nuestro visado, según la cual Ana tiene que salir del país el 23 de mayo y yo el 30. Es importante recordar aquí que tenemos billetes para España el 16 de junio. Le decimos que no puede ser, que nos lo cambie, pero nos dice que no. Le decimos que estas cosas hay que avisarlas con tiempo, nos dice que es que lo ha sabido ayer (nunca, nunca, creáis lo que os cuente un indio, y menos si es el jefe). Le rogamos piedad, preguntamos si tan mal lo hemos hecho todo, y nos responde con indiferencia.

Y, por supuesto, nadie nos pide el CD con nuestro trabajo, que lo que hayamos hecho o lo bien que esté… es lo de menos.

Y volvemos a casa a encerrarnos en mi habitación (que es desde la que menos se oye lo que pasa abajo) y llorar las penas. A sufrir de bloqueo. A intentar pensar cuál será la manera más feliz y barata de solucionar esto. A calcular cuánto costará anular todos los billetes que tenemos. A planear algo que pueda solucionarnos la situación… pero no hay nada. Absolutamente nada. Sólo nos lamentamos por no haber sabido adivinar la crueldad que escondía el tiempo de espera del pago (porque sí, hicimos muchas hipótesis sobre lo que iba a pasar, pero no se nos cruzó esto por la cabeza) y nos decimos la una a la otra que no podemos dejarnos llevar por esto, que la gente no es tan mala, que la humanidad no va hacia abajo, que la bondad existe… pero no puedo. No puedo creer que tras intentar hacer las cosas bien (que una de las opciones era irnos sin decir nada, dar la sorpresa, y preferimos avisar para que pudieran buscar a alguien y acabar nuestros cursos) el mundo se nos ponga en contra, que una mente humana pueda darse 4 días de retraso sólo para poder pensar cuál es la mejor manera de fastidiar la vida de alguien, cómo pueden hacernos sufrir más. No puedo entender por qué una religión que basa sus ideas en el karma, que vive en el país más espiritual del mundo y creen en dar y recibir, puede crear ideas tan malignas, puede acabar con nosotras así. Y quizá esta academia no salga jamás hacia adelante, y quizá acaben siendo abandonadas por todos los españoles que pisan estas clases y su trabajo no es reconocido, o quizá todos los alumnos se den cuenta de lo que hay y no se vuelvan a inscribir jamás, pero todo eso no me quita la impotencia ni la rabia.

Así que empezamos de nuevo, creamos otro plan. Os mantendré informados.



  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS