Llegó
el invierno, aunque dicen que no, que estamos en otoño. Dicen, también, que
aquí sí se ve el cambio de estaciones, que en España no, porque es verano, y
luego invierno, y así sucesivamente, pero que aquí ahora es otoño. O eso dicen.
Un montón de setas y yo |
Llegamos
a Sigulda y paseamos. Encontramos una carrera, paisajes preciosos, setas
salvajes creciendo en cualquier lado y una pista de algo de lo que no recuerdo
el nombre y en lo que, al parecer, son campeones olímpicos, y consiste en
tirarse con un trineo por el hielo, pero poniendo la cabeza por delante del
cuerpo. Mucho frío, pero en lo alto de la pista podemos observar la increíble
extensión de la arboleda, el contraste de los colores de las hojas de los
diferentes árboles, que van pasando del verde, al rojo y al amarillo. El viento
en la cara, el frío y volver a sentir la naturaleza bajo mis pies me hacen
recordar sensaciones que había empezado a olvidar.
Y
vamos hasta el pueblo, donde comemos, y vemos casitas y castillos de cuento,
porque este país es así, lleno de viviendas pequeñitas de madera y colores,
como si fuera siempre un decorado, como si todos fuéramos muñequitos.
Y
nos volvemos, ya de noche, con la lluvia, que hasta ese momento nos había
respetado, en los cristales, contenta porque aunque los planes se me estropean
y vuelva a pasar la noche del sábado a casa, encuentro más armonía en poder
respirar el aire puro y caminar tranquila entre la naturaleza que en cualquier
otra cosa. Y después… pasar el domingo entregada al trabajo, pero esa ya es
otra historia.
Paisajes, colores, y una seta gigante |
Mientras
tanto, me he instalado en casa, hogar al que mis compañeros llaman
Trabubulandia (que a mí no me acaba de convencer, porque no hay trabubus rosas
y eso me resta personalidad). Ya tengo mi huequito y mi habitación-salón está
bastante respetada, más que nada porque yo nunca estoy en casa y eso para ellos
es bastante fácil. Desayunamos juntos, y cenamos juntos, o pasamos las
sobremesas de unos y otros en la cocina, y me agrada inmensamente el saberme
menos sola, aunque no compartamos más que ratitos al calor del fuego. Siempre gusta
poder conversar sobre el irremediable frío y cómo combatirlo, o sobre las
carreras y costumbres Erasmus. En las que, ya que estamos, participo de vez en
cuando, sobre todos los miércoles, porque una no se puede permitir ser una
estudiante más, pero sí observarles desde una cierta distancia y dejarse llevar
un poco por la fiebre del español fuera de sus fronteras.
El
resto del tiempo trabajo, con mucho esfuerzo, cada día más derrotada por el
choque cultural, pero muy contenta, por el apoyo emocional de la escuela. No sé
si es una gran familia, pero sí es bonito poder encontrar comprensión y ayuda
cuando se pide. Y poder pasar buenos ratos, en el equipo laboral del que formo
parte que, según me han dicho, sólo se puede ser constituido por gente con
rarezas. Yo digo que, en mi caso, considero que soy bastante normal, y el jefe me
contesta: no, que tú has estado un año en la India. Y, en fin, si es que al
final… tiene razón.
0 cerca de veras!:
Publicar un comentario
cerca de veras!!